sábado, 23 de junio de 2012

La Doma Vaquera

Una buena jaca Campera


Texto: Antonio PÉREZ
Fotos: A. PÉREZ y varios archivos

Para comenzar a centrarnos en el tema debemos pensar en los orígenes de la Doma Vaquera, que como todos sabemos proviene de las faenas de campo que los vaqueros y mayorales se ven obligados a ejecutar diariamente en el manejo del ganado bravo, por ello una buena jaca campera tiene que ser un caballo muy bien domado, ágil y veloz, pero sobre todo valiente y con gran confianza en su jinete, al que habrá de obedecer a la más mínima indicación: parar en el sitio, revolverse en un palmo de terreno ante las imprevisibles reacciones del toro, etc.

Por su parte, el jinete ha de tener gran seguridad en su montura, conocerla bien y estar seguro de cómo puede reaccionar ante cualquier imprevisto. Como demostración de estas aseveraciones preliminares, creo necesario traer aquí un texto escrito por don Álvaro Domecq y Díez, eximio rejoneador y ganadero ya desaparecido que, a juicio de quien esto escribe, fue uno de los mejores y más elegantes jinetes de Vaquera que he conocido y además supo plasmarlo por escrito:

“La Doma Vaquera tuvo su origen en la necesidad del buen manejo del ganado, por los vaqueros encargados de ese menester, y de ahí, viene su nombre.

Como era doma para cubrir las necesidades del manejo del ganado en el campo, se perfiló principalmente por el buen paso, tan es así, que quizá el caballo vaquero sea el que mejor ande gracias, también, a la serenidad con que tiene que moverse en el campo. Era un andar sereno que le servía a los vaqueros para meterse entre el ganado sin producirle nerviosismo. Los caballos con su paso, daban la tranquilidad necesaria para poder apartar una res de otra, exigida para la buena distribución del ganado, muy necesario en los destetes, para el después posible herraje del ganado.

Se caracterizaba esta doma, aparte del buen paso, por el galope sobrio y a compás, por la parada sin estridencias, al objeto de que esa calma se infundiera en el ganado. Como había que volver y revolver, la exigencia de no perder la cadencia y la serenidad hace que el caballo vaquero se volviera sin estridencias y generalmente sobre las patas, cambiando de dirección con gran sosiego y elegancia.

Esta era en sí la Doma Vaquera inicial, que le dio ese nombre, buen paso, galope sereno y a compás y vuelta sobre las piernas sin destemplarse. De ahí nació el Arte de lo que se llama Doma Vaquera, la que, por su difícil ejecución, no había muchos vaqueros que la hicieran a la perfección, porque en esta doma cualquier destemplanza era un fallo.

Quizá el llevar la Doma Vaquera a las pistas y exhibiciones, fue una prueba positiva, en cuanto que entonces los jinetes vaqueros se preocuparon, también, por la Equitación Clásica, que estaba fundamentada en reglas positivas, e hizo cambiar el sentido de la doma a todos los jinetes vaqueros. Bien es verdad que estas exhibiciones le quitaron carácter a lo que realmente era en su inicio, porque allí al caballo se le exige movimientos propios de la Doma Clásica, como son los apoyos, las extensiones, los cambios de pie, muy desusado en la Doma Vaquera, en la que solo se le exigía al caballo que galopara con la mano derecha, por razones obvias, ya que la Doma Vaquera usó lo que llamamos Acoso y Derribo, en cuya ejecución es importante que el caballo en acción no se cambie de mano y vaya siempre con la mano derecha.

Dicho esto, yo quisiera distinguir que la Doma Vaquera auténtica era la del campo, aunque no considero defectuoso el que se le haya añadido parte de la Doma Clásica, con lo que, aunque desvirtúe algo la Doma Vaquera, hace que los jinetes se preocupen más por la doma académica.
Cedamos los jinetes vaqueros ante esta exigencia de la época, de presentar los caballos vaqueros en las competiciones, ello traerá, al menos, mayor conocimiento de métodos más racionales para someter al caballo lo suficiente para las exhibiciones.

La Doma Vaquera es la que creó el caballo más sometido que ha existido en todas las domas tradicionales, tan es así, que es el caballo más apto para montar cualquier persona que no tuviera muchas aptitudes o tradición de montar a caballo. Esta fusión de doma vitaliza también la doma original, como homenaje a una tradición del campo que no debe olvidarse”.


Don Álvaro, en solo cuarenta líneas, describe de forma magistral cómo debe ser nuestra jaca campera.

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