Otro año más por tierras aragonesas, catorce dias ininterrumpidos de equitación (doma e iniciación de potros, corrección de defectos, sesiones de doma natural), jornadas extenuantes de trabajo en el campo de sol a sol, aprovechando hasta el ultimo minuto y ganandole horas al tiempo. Es para mí una satisfacción y un orgullo enorme, comprobar como las pinceladas que uno va dejando en ese cuadro que comenzo a pintar hace ya tiempo, va tomando forma y poco a poco completan la obra, esa obra lenta y paciente que es la de la equitación, la enseñanza de los caballos, las formas, la ortodoxia, el buen hacer.
Haber sido, como quien dice, el precursor de la equitación clasica por esos lares, me hace sentrir bien, me reconforta sobremanera, pues tengo la certeza plena de que los cimientos se han puesto para comenzar a erigir una magnifica estructura que respetara la usanza clasica, la unica y verdadera forma de domar y enseñar a los caballos a evolucionar dentro de los preceptos de la equitación.
Lejos van quedando ya aquellos dias de encuentros con la ignorancia, esa que provoca el malestar de los caballos a causa de la ignorancia prepotente de algunos jinetes que carecen de la humildad suficiente para reconocer su incultura ecuestre.
Evidentemente aún siguen pululando como moscas estos descerebrados que tal y como piensan, asi montan a sus caballos, no saben que de la comodidad de sus monturas dependera su sometimiento, pero no el que impone la fuerza bruta, sino el de la razón y el discernimiento, el de la formación continua, del trabajo y del amor a ese gran animal que es sin duda el caballo.
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