Nunca
castigaremos acciones del caballo provocadas por el miedo, a este miedo
le sumamos el miedo que hemos provocado con el castigo, esto le hace
llegar al pánico, además si lo aplicamos con un caballo fogoso mucho
peor. No castigar cuando se defiende, no castigaremos si no entra en el
agua, o no quiere entrar en un remolque, ni cuando no quiere saltar, ni
cuando no quiere ir hacia adelante. Ante estas situaciones como buenos
jinetes, nos paramos e intentamos entender los motivos que tiene el
caballo para no hacer lo que pedimos, enseñaremos la respuesta correcta a través de la aplicación correcta de los
refuerzos tanto positivos como negativos para que aprenda, tendremos
paciencia, insistiremos, volvemos a trabajar las bases, nunca castigamos
porque sabemos que perdemos la buena voluntad de nuestro caballo, no
castigar para imponer nuestra autoridad para demostrar quien manda. No
usar para castigar ni la serreta, ni las espuelas, ni el bocado, también
castigamos si utilizamos insistentemente la fusta. Cualquier corrección
o castigo injusto, que el caballo no comprende lleva al resabio o a la
resistencia. La mayor parte de los resabios se generan en la “fabrica llamada castigo”.
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