martes, 17 de julio de 2012

Está es la forma, no los palos y los nervios incontrolados.

Nunca castigaremos acciones del caballo provocadas por el miedo, a este miedo le sumamos el miedo que hemos provocado con el castigo, esto le hace llegar al pánico, además si lo aplicamos con un caballo fogoso mucho peor. No castigar cuando se defiende, no castigaremos si no entra en el agua, o no quiere entrar en un remolque, ni cuando no quiere saltar, ni cuando no quiere ir hacia adelante. Ante estas situaciones como buenos jinetes, nos paramos e intentamos entender los motivos que tiene el caballo para no hacer lo que pedimos, enseñaremos la respuesta correcta a través de la aplicación correcta de los refuerzos tanto positivos como negativos para que aprenda, tendremos paciencia, insistiremos, volvemos a trabajar las bases, nunca castigamos porque sabemos que perdemos la buena voluntad de nuestro caballo, no castigar para imponer nuestra autoridad para demostrar quien manda. No usar para castigar ni la serreta, ni las espuelas, ni el bocado, también castigamos si utilizamos insistentemente la fusta. Cualquier corrección o castigo injusto, que el caballo no comprende lleva al resabio o a la resistencia. La mayor parte de los resabios se generan en la “fabrica llamada castigo”.

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